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En la sauna.

Llevaba ya un tiempo en la sauna, deambulando por ahí, sin otro objetivo que encontrar con quien me divirtiera un rato. Entré en el cuarto oscuro, aunque no lo es tanto, porque está separada de la sala de video por unos cortinajes. Ahí sentado, separando un poco la cortina para ver la película porno (gay), había un tipazo enorme. Me acerqué y vi que se había desprendido de la toalla, y se estaba masturbando. Me senté junto a él y empecé a sobarle el muslo. Nos miramos, y nos sonreímos. Funcionó la química. Me dio su rabo para que lo masajeara: era una estaca enorme, recta, dura, de lo más apetecible. Me gustó tenerlo agarrado, sobarlo, acariciarlo… además su propietario era un macho enorme y, en la semioscuridad, me parecía que también guapo, sin apenas vello en el cuerpo. "Me gusta mucho el morbo", me dijo al oído… Aquello me excitó más de lo que ya estaba. Empecé a acariciarle el pecho, las piernas, a tocarle los huevos. Puse una pierna sobre la suya y nos empezamos a besar dulcemente rozando nuestros labios, para meternos las lenguas en la otra boca y palparnos por dentro.

En estos juegos estábamos cuando nos percatamos de que había un tío delante de nosotros mirándnos. No nos importaba: formaba parte del morbo. Así que seguimos con lo nuestro. Me contó que era brasilero y que estaba por un tiempo en mi ciudad. Nuestra charla se interrumpía con sesiones de besos y tocamientos. Me lancé a su pene y lo engullí entero. No sé cómo me cupo en la boca, pero no paré de un mete-saca delicioso, de comer aquella carne fresca y sabrosa. Mi nuevo amigo, acariciaba mi espalda, mesaba mis cabellos, y echaba de vez en cuando una mirada al video. Al rato me di cuenta que el mirón estaba sentado a mi lado y tocaba discretamente mi culo. Se lo dije a mi amigo y nos sonreímos. Al ver que no lo echábamos a cajas destempladas, sino que le dejábamos hacer, se envalentonó y nos pidió que le dejáramos follarnos. Nos hizo gracia y nos dijimos que formaba parte del morbo de la situación. Aceptamos, pero con la condición de ir juntos. Nos había tomado por una pareja consolidada.

En una cabina, nos sentamos mi amigo y yo juntos, y el mirón se nos arrodilló delante de nosotros y comenzó a chupar polla. Su boca pasaba de una a otra; la polla que no estaba en su boca, recibía una buena sesión de masaje. Nos íbamos poniendo a reventar porque mientras el tío estaba en estos menesteres, nosotros no dejábamos de besarnos en la boca y acariciarnos el pecho. Al fin, el mirón se puso en pie y mi pidió que le pusiera el culo. Era de las primeras veces que me iban a dar por el culo, y mi amigo dijo que lo hiciera. Me arrodillé frente a él, y mi cara reposó en sus genitales. Enseguida noté cómo el rabo del mirón hacía intentos para penetrarme. Mi mirada entre temorosa e interrogante recibió de mi amigo una simple respuesta: me metió su polla en la boca. Ufff. Pasados los primeros momentos de dolor, aquello era una gozada. Cada empujón que recibía por el culo era tragar más polla. Era un doble festín. El ritmo se fue haciendo más frenético, estábamos incontrolados, sólo deseábamos más y más hasta que mis dos folladores se corrieron y a mí me pusieron en el séptimo cielo.

El mirón nos mandó cambiar el puesto. Ahora era yo el que estaba sentado teniendo en mi regazo a mi gigante, que deslizaba su cara por mis muslos y lamía mi polla y jugaba con mis cojones. Disfrutaba además del placer de ver cómo lo enculaba el otro y su polla entraba y salía del cuerpo de mi amigo. Éste metió toda mi estaca en su boca. Ogggg. Sólo podía resoplar de gusto… Su calor y su humedad me envolvían. Tenía mi miembro en su boca y notaba como su lengua lo iba recorriendo de arriba abajo.

Con uno de mis pies alcancé la polla de mi amigo y estuve jugando con ella y sus redondos huevos. Aquello era demasiado. Le solté toda mi leche; parecía que estaba conectado a una cañería de desagüe porque no salió ni una gota de su prisión. Enseguida se corrieron ellos dos: el semen de m amigo cayó sobre mi pie. Lo recogió con su lengua y así nos besamos profundamente. Cuando reaccionamos nuestro follador había desaparecido. No nos importaba nada: nos tumbamos uno junto al otro, bien abrazados, para descansar, antes de otra sesión.


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